sábado, 5 de diciembre de 2009

Ángeles:

En Picasa, me encontré estos ángelitos tan bonitos:

Lastimosamente, no tenían patrón, pero son tan bonitos que no puedo dejarlos pasar, tal ves a ojímetro se los pueda sacar!!!!!!
Afortunadamente, sí encontré este patrón:






Espero les sea, aunque más no sea, un poquitín útil

jueves, 12 de noviembre de 2009

Para el árbol:
















Llegaron los regalos!!!!!

Simpático Papa Noél repartiendo regalitos:





domingo, 18 de octubre de 2009

Feliz Día!!!!!!!!

MADRE Compañera perpetua de nuestros vuelos temerarios;
Ángel guardián de nuestros temores más ocultos.
Enfermera santa de nuestros dolores ancestrales.
Tú que das todo por nada, eres la sagrada piedra fundamental de nuestra vida


Un pequeño homenaje en forma de chamamé a todas las mamás...


El Hijo del Chamamé
Autor: Mario Bofill


El sonido estaba fuerte, los viejos buscan distancia

y va copando la cancha la juventud chamamecera

que no calla si el fuelle invita

y revienta el grito en el bar y pista

allá en el fondo el cerco se inclina

para evitar la boletería.

Estaban por ser testigos de lo que no imaginaban

la cartelera anunciaba a tres conjuntos reconocidos

que vino entre ellos un buen solista

un picaflor que a soñar invita

y en una mesa junto a sus padres

la más hermosa quedó sin aire.

Y aquella noche ocurrió entre el perfume de los naranjos

se fué picaflor volando y ella desesperando

y nunca más se la vió a la más linda fuera del rancho

y el hijo que fue esperando nació trigueño sueño varón.

'El Hijo del Chamamé' fué el sobrenombre que le pusieron

audaz y buen compañero y amagaba ser cantor

que al regresar a deshoras el abuelo lo apañaba

el destino le pintaba veloces alas de picaflor.

En las fiestas patronales cuando salen las familias

ya terminada la misa para el bailongo todos rumbeaban

tal vez los años que traen olvidos

o de ocultarse de los vecinos

ante el murmullo junto a sus padres

la más hermosa se vino al baile.

El animador de pista para alegrar más la fiesta

tal vez no se ha dado cuenta y puso a la noche un tenso rubor

que por pedido de tanta gente

venga ese aplauso fuerte, bien fuerte

un par de temas tendrá que hacer

que cante 'El Hijo del Chamamé'.

Todo el mundo la miró y cabizbaja quedó en silencio

y el joven casi sonriendo la pista entera cruzó

levantando su mejilla le puso un beso tierno en la frente

y le dijo ante la gente por tus desvelos 'gracias mamá'.

'El Hijo del Chamamé' abrazó a su madre y fué al escenario

y todos lo ovacionaron cantando como jamás

el pueblo dos cosas vió: levantar limpio un rostro materno

y un joven, un nombre eterno,'El Hijo del Chamamé'.



POR TUS DESVELOS: "GRACIAS MAMÁ"


viernes, 16 de octubre de 2009

Querid@ amig@ ANÓNIM@:


Gracias por tu sincero comentario de que mi página es una porquería, lamento no cubrir tus espectativas. A mi favor sólo me queda decir que cada trabajito fue echo con muchísimo AMOR, y con no menos esfuerzos...

Me gustaría ayudarte a encontrar bellos y apropiados trabajos, pero no creo que mi ayuda sirva de mucho ya que no conosco tus gustos ni tu capacidad creativa, no sé sinceramente qué es lo que buscas (tal vez algo relacionado con comuniones ya que allí me has dejado tu bella crítica constructiva) y no me has dejado enlace alguno a tu blog (si es que lo tienes) o alguna dirección de mail.

Por lo demás sabes dónde encontrarme si es que aún no has encontrado bellos adornos que cubran tus necesidades, para mí sería un gran placer indicarte algunas direcciones y hasta me atrevería a enviarte otros modelos y revistas de mi colección via mail.

Muy agradecida:
CAROLINA

jueves, 15 de octubre de 2009

Pucca!!!!!!

En pleno proceso:


Resultado final:






Babero y escarpines






















jueves, 6 de agosto de 2009

Girasoles

Aquí hace frío, mucho frío!... y yo no soporto el frío, así que me alegró encontrar éste patrón:


Ahora estoy haciendo unos muñecos para regalar a mis niños el domingo (día del niño), así que en cuánto los termine, probaré hacer estos girasoles

Aparecí!!!!!!!!!!!! (de nuevo)...

Si se preguntaban en que andaba... pues tejiendo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Y mucho!!!!!!!,... es que con tres chicos, mi peor es nada, mi mamá, hermana, primos y primas, como 16 sobrinos, más tios, tías, abuelo, amistades y hasta mis mascotas (son varias por cierto) todos reclamándome que ya les llegó el turno de recibir algún regalo echos por mis manos (y yo les digo que deben mostrarme el número) no tengo tiempo ni de... ¡ir al baño!











A ver si me decido y termino de una buena vez (está proyectado ser un móvil), y les muestro como me queda...
Y... si se preguntan si son pájaros (lo que traté de hacer) o peces (cuando los mostré me dijeron que bellos pescaditos...), pues la opinión de familia está divida, ah!!!, y una de mis sobrinas me dijo: parece un Pókemon defuectuoso... mmm... pues la intención es lo que cuenta!!!!!

lunes, 1 de junio de 2009

PACTO DE SANGRE

Mario Benedetti

A esta altura ya nadie me nombra por mi nombre: Octavio. Todos me llaman abuelo. Incluida mi propia hija. Cuando uno tiene, como yo, ochenta y cuatro años, qué más puede pedir. No pido nada. Fui y sigo siendo orgulloso. Sin embargo, hace ya algunos años que me he acostumbrado a estar en la mecedora o en la cama.
No hablo. Los demás creen que no puedo hablar, incluso el médico lo cree. Pero yo puedo hablar. Hablo por la noche, monologo, naturalmente que en voz muy baja, para que no me oigan. Hablo nada más que para asegurarme de que puedo. Total, ¿para qué? Afortunadamente, puedo ir al baño por mí mismo, sin ayuda.
Esos siete pasos que me separan del lavabo o del inodoro, aún puedo darlos. Ducharme no. Eso no podría hacerlo sin ayuda, pero para mi higiene general viene una vez por semana (me gustaría que fuese más frecuente, pero al parecer sale muy caro) el enfermero y me baña en la cama. No lo hace mal. Lo dejo hacer, qué más remedio. Es más cómodo y además tiene una técnica excelente. Cuando al final me pasa una toalla húmeda y fría por los testículos, siento que eso me hace bien, salvo en pleno invierno. Me hace bien, aunque, claro, ya nadie puede resucitar al muerto. A veces, cuando voy al baño, miro en el espejo mis vergüenzas y nunca mejor aplicado el término. Mis vergüenzas. Unas barbas de chivo, eso son. Pero confieso que la toalla fría del enfermero hace que me sienta mejor. Es lo más parecido al «baño vital» que me recomendó un naturista hace unos sesenta años. Era (él, no yo) un viejito, flaco y totalmente canoso, con una mirada pálida pero sabihonda y una voz neutra y sin embargo afable. Me hizo sentar frente a él, me dio un vistazo que no duró más de un minuto, y de inmediato empezó a escribir a máquina, una vieja Remington que parecía un tranvía. Era mi ficha de nuevo paciente. A medida que escribía, iba diciendo el texto en voz alta, probablemente para comprobar si yo pretendía refutarlo. Era increíble. Todo lo que iba diciendo era rigurosamente cierto. Dos veces sarampión, una vez rubéola y otra escarlatina, difteria, tifus, de niño hizo mucha gimnasia, menos mal porque si no hoy tendría problemas respiratorios; várices prematuras, hernia inguinal reabsorbida, buena dentadura, etcétera. Hasta ese día no me había dado cuenta de que era poseedor de tantas taras juntas. Pero gracias a aquel tipo y sus consejos, de a poco fui mejorando. Lo malo vino después, con años y más años. Años. No hay naturista ni matasanos que te los quite. Ahora que debo quedarme todo el tiempo quieto y callado (quieto, por obligación; callado, por vocación), mi diversión es recorrer mi vida, buscar y rebuscar algún detalle que creía olvidado y sin embargo estaba oculto en algún recoveco de la memoria. Con mis ojos casi siempre llorosos (no de llanto sino de vejez) veo y recorro las palmas de mis manos. Ya no conservan el recuerdo táctil de las mujeres que acaricié, pero en la mente sí las tengo, puedo recorrer sus cuerpos como quien pasa una película y detener la cámara a mi gusto para fijarme en un cuello (¿será el de Ana?) que siempre me conmovió, en unos pechos (¿serán los de Luisa?) que durante un año entero me hicieron creer en Dios, en una cintura (¿será la de Carmen?) que reclamaba mis brazos que entonces eran fuertes, en cierto pubis de musgo rubio al que yo llamaba mi vellocino de oro (¿será el de Ema?) que aparecía tanto en mis ensueños (matorral de lujuria) como en mis pesadillas (suerte de Moloch que me tragaba para siempre). Es curioso, a menudo me acuerdo de partículas de cuerpo y no de los rostros o los nombres. Sin embargo, otras veces recuerdo un nombre y no tengo idea de a qué cuerpo correspondía. ¿Dónde estarán esas mujeres? ¿Seguirán vivas? ¿Las llamarán abuelas, sólo abuelas, y no habrá nadie que las llame por sus nombres? La vejez nos sumerge en una suerte de anonimato. En España dicen, o decían, los diarios: murió un anciano de sesenta años. Los cretinos. ¿Qué categoría reservan entonces para nosotros, octogenarios pecadores? ¿Escombros? ¿Ruinas? ¿Esperpentos? Cuando yo tenía sesenta era cualquier cosa menos un anciano. En la playa jugaba a la paleta con los amigos de mis hijos y les ganaba cómodamente. En la cama, si la interlocutora cumplía dignamente su parte en el diálogo corporal, yo cumplía cabalmente con la mía. En el trabajo no diré que era el primero pero sí que integraba el pelotón. Supe divertirme, eso sí, sin agraviar a Teresa. He ahí un nombre que recuerdo junto a su cuerpo. Claro que es el de mi mujer. Estuvimos tantas veces juntos, en el dolor pero sobre todo en el placer. Ella, mientras pudo, supo cómo hacerlo. Puede ser que se imaginara que yo tenía mis cosas por ahí, pero jamás me hizo una escena de celos, esas porquerías que corroen la convivencia.
Como contrapartida, cuidé siempre de no agraviarla, de no avergonzarla, de no dejarla en ridículo (primera obligación de un buen marido), porque eso sí es algo que no se perdona. La quise bien, claro que con un amor distinto. Era de alguna manera mi complemento, y también el colchón de mis broncas. Suficiente. Le hice tres varones y una hembra. Suficiente. El ataque de asma que se la llevó fue el prólogo de mi infarto. Sesenta y ocho tenía, y yo setenta. O sea que hace catorce años. No son tantos. Ahí empezó mi marea baja. Y sigue. ¿Con quién voy a hablar? Me consta que para mi hija y para mi yerno soy un peso muerto. No diré que no me quieren, pero tal vez sea de la manera como se puede querer a un mueble de anticuario o a un reloj de cuco o (en estos tiempos) a un horno de misar. No digo que eso sea injusto. Sólo quiero que me dejen pensar. Viene mi hija por la mañana temprano y no me dice qué tal papá sino qué tal abuelo, como si no proviniera de mi prehistórico espermatozoide. Viene mi yerno al mediodía y dice qué tal abuelo. En él no es una errata sino una muestra de afecto, que aprecio como corresponde, ya que él procede de otro espermatozoide, italiano tal vez puesto que se llama Aldo Cagnoli. Qué bien, me acordé del nombre completo. A una y a otro les respondo siempre con una sonrisa, un cabeceo conformista y una mirada, lacrimosa como de costumbre, pero inteligente. Esto me lo estoy diciendo a mí mismo, de modo que no es vanidad ni presunción ni coquetería senil, algo que hoy se lleva mucho. Digo inteligente, sencillamente porque es así. También tengo la impresión de que ellos agradecen al Señor de que yo no pueda hablar (eso se creen). Imagino que se imaginan: cuánta cháchara de viejo nos estamos ahorrando. Y sin embargo, bien que se lo pierden. Porque sé que podría narrarles cosas interesantes, recuerdos que son historia. Qué saben ellos de las dos guerras mundiales, de los primeros Ford a bigote, de los olímpicos de Colombes, de la muerte de Batlle y Ordóñez, de la despedida a Rodó cuando se fue a Italia, de los festejos cuando el Centenario. Como esto lo converso sólo conmigo, no tengo por qué respetar el orden cronológico, menos mal. Qué saben, ¿eh? Sólo una noticia, o una nota al pie de página, o una mención en la perorata de un político. Nada más. Pero el ambiente, la gente en las calles, la tristeza o el regocijo en los rostros, el sol o la lluvia sobre las multitudes, el techo de paraguas en la Plaza Cagancha cuando Uruguay le ganó tres a dos a Italia en las semifinales de Amsterdam y el relato del partido no venía como ahora por satélite sino por telegramas (Carga uruguaya; Italia cede córner; los italianos presionan sobre la valla defendida por Mazali; Scarone tira desviado, etc.) Nada saben y se lo pierden. Cuando mi hija viene y me dice qué tal abuelo, yo debería decirle te acordás de cuando venías a llorar en mis rodillas porque el hijo del vecino te había dicho che negrita y vos creías que era un insulto ya que te sabías blanca, y yo te explicaba que el hijo del vecino te decía eso porque tenías el pelo oscuro, pero que además, de haber sido negrita, eso no habría significado nada vergonzoso porque los negros, salvo en su piel, son iguales a nosotros y pueden ser tan buenos o tan malos como los blanquísimos. Y vos dejabas de llorar en mis rodillas (los pantalones quedaban mojados, pero yo te decía no te preocupes, m'hijita, las lágrimas no manchan) y salías de nuevo a jugar con los otros niños y al hijo del vecino lo sumías en un desconcierto vitalicio cuando le decías, con todo el desprecio de tus siete años: che blanquito. Podría recordarte eso, pero para qué. Tal vez dirías, ay abuelo, con qué pavadas me venís ahora, a lo mejor no lo decías, pero no quiero arriesgarme a ese bochorno. No son pavadas, Teresita (te llamas como tu madre, se ve que la imaginación no nos sobraba), yo te enseñé algunas cosas y tu madre también. Pero por qué cuando hablás de ella decías, entonces vivía mamá, y a mí en cambio me preguntás qué tal, abuelo. A lo mejor, si me hubiera muerto antes que ella, hoy dirías, cuando vivía papá. La cosa es que, para bien o para mal, papá vive, no habla pero piensa, no habla pero siente.
El único que con todo derecho me dice abuelo es, por supuesto, mi nieto, que se llama Octavio como yo (al parecer, tampoco a mi hija y a mi yerno les sobraba imaginación). Ahí está la clave. Cuando le digo Octavio. Le digo. Porque con mi nieto es con el único ser humano con el que hablo, además de conmigo mismo, claro. Esto empezó hace un año, cuando Octavio tenía siete. Una vez yo estaba con los ojos cerrados y, creyéndome solo, dije en voz no muy alta pero audible, carajo, me duele el riñón. Pero no estaba solo. Sin que yo lo advirtiera había entrado mi nieto. Pero abuelo, estás hablando, dijo con un asombro alegre que me conmovió. Le pregunté si había alguien en la casa y como dijo que no, que no había nadie, le propuse un convenio. Por un lado él mantenía el secreto de que yo podía hablar, y por otro, yo le contaría cuentos que nadie sabía. Está bien, dijo, pero tenemos que sellarlo con sangre. Salió y volvió casi enseguida con una hoja de afeitar, un frasco de alcohol y un paquete de algodón. Se las arregla muy bien y además conoce esos trámites desde que le dieron toda una serie de inyecciones con una vacuna contra la alergia. Con toda tranquilidad me hizo un tajito minúsculo y él se hizo otro, ambos en las muñecas, suficientes como para que salieran unas gotas de sangre, luego juntamos nuestras heridas mínimas y nos abrazamos. Octavio humedeció el algodón con un poco de alcohol, lo apoyó en ambas señales secretas hasta que no salió más sangre y salió corriendo a dejar todo su instrumental en el botiquín. Desde entonces, y siempre que quedamos solos en casa, algo que ocurre con frecuencia, él viene a que, en cumplimiento del pacto, le cuente cuentos desconocidos, inéditos. Cuando salen mi hija y mi yerno, le dicen a ver si cuidás al abuelo, y él responde que sí, con un gestito de fastidio para disimular, pero enseguida me hace un guiño cómplice, y no bien se escucha el portazo que garantiza nuestra intimidad, trae una silla, la coloca junto a mi mecedora o a mi cama y se queda a la espera de mis cuentos, que, como exigencia irrenunciable de nuestro pacto de sangre, deben ser totalmente nuevos. Y ahí viene mi problema, porque buena parte del día me la paso con los ojos cerrados, como si durmiera, pero en realidad pergeñando el próximo cuento y cuidando hasta los mínimos detalles, ya que si en un cuento anterior el zorro se había lastimado una pata en una trampa y ahora anda corriendo en busca de gallinas, Octavio de inmediato me hace notar que aún no tuvo tiempo de curarse y entonces debo improvisar una fe de erratas oral y donde dije corre debe decir renquea. Y si el viejo brujo de la montaña se había quedado calvo por el esfuerzo de azotar diariamente a los gnomos del bosque y en un cuento posterior se peinaba mirándose en la laguna, Octavio enseguida observa, pero cómo, ¿no era calvo? Y ahí puedo salir un poco mejor del atolladero, ya que el brujo, por el mero hecho de ser brujo, puede, mediante un ensalmo, recuperar el pelo. Y el nieto pregunta si se da el caso que él quede pelado, también podrá recuperar el pelo. Vos no, lo desengaño, porque no sos ni serás brujo. Y él dice qué lástima y tiene un poco de razón, porque si yo hubiera sido brujo también me habría hecho crecer el pelo que perdí sin remedio antes de los cincuenta.
No soy yo el único que narra, también él me cuenta lo que ocurre en el colegio, en la calle, en la televisión, en el estadio. Es hincha de Danubio y se asombra de que yo sea de Wanderers. Trato de hacer proselitismo, pero evidentemente no hay nadie capaz de convertirlo en tránsfuga. Entonces le cuento viejos partidos o jugadas célebres, como cuando Piendibeni le hizo el célebre gol al divino Zamora, o cuando el manco Castro usaba con alevosía su muñón en el área penal, o cuando el flaco García mantuvo invicta su valla (claro que los backs eran nada menos que Nazassi y Domingos da Guía) durante una rueda y media, o cuando Ghiggia hizo el gol de la victoria en Maracaná, o cuando o cuando o cuando, y él me escucha como a un oráculo y yo pienso qué suerte todavía puedo hablar para crear este asombro suyo y este placer mío. La verdad es que no recuerdo cómo eran mis hijos cuando tenían la edad que hoy tiene Octavio. El mayor murió. ¿Cuánto hace que murió Simón? Fue después de lo de Teresa. Al fin y al cabo ¿qué importa la fecha? Murió y se acabó. No tuvo hijos, creo, ¿o los habré olvidado? Nunca estoy seguro de mis lagunas, que a veces son océanos. El segundo, Braulio, sí los tuvo, pero todos están en Denver, ¿qué habrá ido a hacer allí? La verdad es que no recuerdo. A veces manda fotos, tomadas con su encantadora Polaroid, o alguna postal, con un abrazo para el Viejo. Soy yo. Él no me dice abuelo, me dice Viejo. Me cago en la diferencia. Reconozco que una vez me mandó una radio a transistores. Todavía la tengo y a veces la oigo. Pero a menudo se queda sin pilas y tendría que pedirlas. Pero no pido nada. Nunca pido nada. Reconozco que soy un orgulloso de mierda, pero a esta altura no voy a reeducarme, ¿no es cierto? Total, el que me jodo soy yo, porque si la radio tuviera simples pilas, podría escuchar alguno que otro partido, no muchos porque los locutores en general me cansan con su entusiasmo fingido y sus fallas de sintaxis. También podría escuchar el Sodre cuando pasan música clásica, que es la única que digiero. La alegría que tuve aquella tarde en que pude escuchar el Septimino. Lo tenía en disco, hace tiempo, vaya a saber dónde está. Quizá lo de las pilas podría solucionarse, sin mengua de mi podrido orgullo, diciéndoselo a mi nieto, para que éste, en cumplimiento de nuestro pacto de sangre y guardando siempre nuestro secreto, le dijera a mi hija, mirá la radio del abuelo, está sin pilas, y entonces lo mandaran a la ferretería de la esquina para que me las trajera. Con eso alcanza. Yo las sé colocar, aunque a veces las pongo al revés y la radio no funciona. En alguna ocasión me ha llevado un buen cuarto de hora hallar la posición adecuada para las cuatro de 1,5 voltios, pero igual me sirve para entretenerme un poco. ¿Qué más puedo hacer? Leer, ya no puedo. Televisión, tampoco. Pero escuchar la radio o cambiarle las pilas, sí. Mi tercer hijo se llama Diego y está en Europa, enseña en Zurich, me parece, sabe alemán y todo. Tiene dos hijas que también saben alemán, pero en cambio no saben español. Qué cagada, ¿verdad? Diego es menos escribidor que Braille, y eso que su especialidad es la literatura, pero, naturalmente, la literatura suiza. Para las navidades manda también su tarjeta, en la que las niñas ponen sus saludos pero en alemán. Yo no sé alemán, apenas un poco de inglés para defenderme en correspondencia comercial, de la que yo mismo me encargaba cuando era gerente de La Mercantil del Sur, Importaciones y Exportaciones. Digamos, frasecitas como "I acknowledge receipt of your kind letter", o "Very truly yours", lo suficiente para que los de allá puedan contestar "Dear sirs", o "Gentlemen". También ese hijo menor a veces me manda algún regalito, verbigracia un llavero suizo de 18 quilates. En esa ocasión sonreí, como diciendo qué lindo, pero en realidad pensando qué boludo, para qué quiero yo un llavero de oro 18, si estoy aquí semipostrado. De modo que mis contactos con el mundo se reducen a mi hija, cuando entra y me dice qué tal abuelo, a mi yerno cuando ídem, de vez en cuando al médico, al enfermero cuando viene a lavar mis pelotas ya jubiladas, y también el resto de este cuerpo del delito. Bueno, y sobre todo, está mi nieto, que creo es lo único que me mantiene vivo. Es decir, me mantenía. Porque ayer por la mañana vino y me besó y me dijo abuelo, me voy por quince días a Denver con el tío Braille, ya que saqué buenas notas y me gané estas vacaciones. Yo no podía hablar (y no sé si hubiera podido, porque tenía un nudo en la garganta) ya que también estaban en la habitación mi hija y mi yerno y ni yo ni mi nieto íbamos a violar nuestro pacto de sangre. Así que le devolví el beso, le apreté la mano, puse un instante mi muñeca junto a la suya como testimonio de lo que ambos sabíamos, y sé que él entendió perfectamente cuánto lo iba a extrañar ya que no iba a tener a quién contarle cuentos inéditos. Y se fueron. Pero tres o cuatro horas más tarde volvió a entrar Aldo, y me dijo mire, abuelo, que Octavio no se fue por quince días sino por un año y tal vez más, queremos que se eduque en los Estados Unidos, así aprende desde niño el idioma y tendrá una formación que va a servirle de mucho. Él no se lo dijo porque tampoco lo sabía. No queríamos que empezara a llorar, porque él lo quiere mucho, abuelo, siempre me lo dice, y yo sé que usted también lo quiere, ¿no es así? Se lo vamos a decir por carta, aunque mi cuñado lo va a ir preparando. Ah, y otra cosa. Cuando ya se había despedido de nosotros, volvió atrás y me dijo, dale un beso al abuelo y que sepa que estoy cumpliendo nuestro pacto. Y salió corriendo. ¿Qué pacto es ese, abuelo? Cerré los ojos por pudor, aunque como siempre lagrimeo, nadie sabe nunca cuándo son lágrimas de veras, e hice un gesto con la mano como diciendo: cosas de niños. Él se quedó tranquilo y me abandonó, me dejó a solas con mi abandono, porque ahora sí que no tengo a nadie, y tampoco a nadie con quién hablar. Me tomó de sorpresa todo esto. Pero quizá sea lo mejor. Porque ahora sí tengo ganas de morir. Como corresponde a un despojo de ochenta y cuatro años. A mi edad no es bueno tener ganas de vivir, porque la muerte viene de todos modos y a uno lo toma de sorpresa. A mí no.
Ahora tengo ganas de irme, llevándome todo ese mundo que tengo en mi cabeza y los diez o doce cuentos que ya tenía preparados para Octavio, mi nieto. No voy a suicidarme (¿con qué?), pero no hay nada más seguro que querer morir. Eso siempre lo supe. Uno muere cuando realmente quiere morir. Será mañana o pasado. No mucho más. Nadie lo sabrá. Ni el médico (¿acaso se dio cuenta alguna vez de que yo podía hablar?) ni el enfermero ni Teresita ni Aldo. Sólo se darán cuenta cuando falten cinco minutos. A lo mejor Teresita dice entonces papá, pero ya será tarde. Y yo en cambio no diré chau, apenas adiosito con la última mirada. No diré ni chau, para que alguna vez se entere Octavio, mi nieto, de que ni siquiera en ese instante peliagudo violé nuestro pacto de sangre. Y me iré con mis cuentos a otra parte. O a ninguna.


Mi pequeño homenaje (tardío) a un grande.
Carolina

jueves, 28 de mayo de 2009

No pude evitar subir esta foto del año pasado en esta época de mi pequeñín (Gabriel), cuando volvíamos de Tucumán (fuimos para un festival en que participaban mis gurrumines), aquí le falta el bombo, pero está simpatiquísimo... Ahora que miro bien ¡cuánto creció en un año!
Hola, ¿cómo han estado? ¡mis queridísimas amigas! Bueno, gracias a Dios, ya están superados mis percanses (pero jamás olvidados, los queremos muchos y extrañamos abuela, Diego y tíita, son nuestros ángeles, no dejaremos de luchar por vos querido amigo, si creo que la abu fué antes sólo para recibirte y la Chela sólo por no dejarse de reír con tus ocurrencias).

Les cuento que si bien no posteaba, no he dejado de trabajar y mirar sus blogs. Hoy voy a mostrarles mis últimos "trabajillos familiares": Acto del 25 de Mayo... mis dos angelitos menores bailando chamamé!!!
El mayor Tomás con Mile (su novia), pueden creer que vino a pedirme permiso para tener novia... pero qué se ha creído!!!!!! (claro, desde la mae a las abus le festejan, y yo diciendo:-Pero sí sólo tenés 6 años...uff), encima comprador (cómo el padre) me dice:- Es que tiene los ojos igualitos a los tuyos, ¡verdes!, me gustan tus ojos mami... ¿puedo tener novia?
Mmmmmmm........

El más pequeño Gabriel, a quién la china se le empacó y terminó bailando con la mae (y gracias a Dios jura y rejura que NUNCA va tener novia, por lo menos hasta los 16...)
Aquí, están mi nena (la más grande, que ya voy a poner algunos trabajos de ella y para ella) mis bebés y dos de mis sobrinos Juliana y Agustín, que tambiém bailó vestido de gaucho pero aquí no se nota el traje.


Estoy felíz de volver a subir mis cositas, (tengo varias y muchísimas cosas que contarles), ya volví a tomarle el gusto, así que hasta prontito.
Besos y gracias por siempre estar allí!!!!!!!!!!
Carolina
P.D.: Casi lo olvido!!!!! Los trajes (como no podía ser de otra manera), los terminé haciendo la noche anterior, con cartulina y papel crep, también les hice los gorritos de granaderos pero acabo de darme cuenta que no se los puse...



viernes, 3 de abril de 2009

HOLA!!!
Gracias a quienes se preocuparon y me mandaron mails y a quienes me visitaron y no sabían dónde me metí.
Voy a contarles que no me hallaba bien de salud (gracias a Dios ya estoy bastante mejor). Y de a poquito voy a ir retomando el ritmo de mis trabajos y las entradas al blog. Y voy a comenzar a visitarlas (aunque tal vez no deje comentarios) desde este momento y a medida que mi (agotado) cuerpo me lo permita. Besos a todas, y ¡GRACIAS!

Hola!!!!

lunes, 23 de febrero de 2009

Mas baberos!!!

Pero esta vez con puntillas en crochet:

MikeM’s Site: SORTEO!!!

Mary de __ENTRE MIL AGUJAS__ (que ya les conté que borda maravillosamente y las invito a que miren el hada que está realizando), me pasó este MEME-SORTEO :Se sortea una caja que no sabemos lo que contiene... para apuntarse hay que seguir las siguientes bases...

1. Debemos publicar un post enlazando esta entrada, con el título MikeM’s Site http://www.mikemsite.com/

2. Para difundir el sorteo debemos invitar a modo de meme a 5 blogs
Alice
Luna
Uchu
Marta_broches

3. Dejarle un comentario en la entrada del sorteo para que pueda apuntarnos.

El sorteo comenzó el 8 de enero y termina el 8 de marzo, se realizará la elección el 9 de marzo y lo publicará el 10 de marzo

Sólo puedo escoger 5 blogs pero ya lo irán pasando:

sábado, 21 de febrero de 2009

BABEROS

Aquí les dejo unos patrones


Los encontré y me parecieron muy simpáticos

jueves, 19 de febrero de 2009

Hola, a todas!!! voy a contarles que el motivo que estos días no hago acto de aparición (las visito, pero no dejo comentarios) es que ando bastante ajetreada, así que sólo vengo por aquí unos 10 minutos y no todos los días.
Voy a seguir contando, el 3o de enero fué el cumple de mi hijo del medio (tengo tres y cumplió 6 años), el 31 fue cumpleaños de una de mis tías ( ya voy a mostrarles lo maravilloso que pinta), el de su marido y para no ser menos, también aniversaro de casados (25 años). El 3 de febrero el cumpleaños de mi sobrino (tengo 12 y uno por venir que ayer supe va a ser niña), el 8 de mi mamá, el 10 de mi suegra, el 18 de mi abuela; el 20 mis abuelos cumplen (atájense) 60 años de casados (con gran fiesta incluida). Luego sigue la lista de cumples de tíos , primos y sobrinos el 21-2, 28-2, 2-3, 7-3, 10-3, 18-3, 25-3, 1-4.... y siguen hasta fines de abril.
Y yo con sumo placer realizo las tortas, souvenirs, centros de mesa, decorado (y todo cuanto al festejado se le ocurra para su fiesta), aparte de los regalos que me gusta hacerlos para todos a quién quiero.
A eso súmenle algunos encargos de trabajitos (lo cual estoy agradecida) y ya estoy preparando las cosas para pascuas, pues realizo huevos de chocolate y el año pasado me quedé corta (terminé comprando para mis hijos porque los que realizé me los compraron hasta el último) y este año ya (previsoramente) me han comenzado a encargar... y etc, etc, etc...
Así que aquí estoy organizándome, pero luego del festejo de mañana, ya voy a tener más tiempo. Besos a todas y gracias por preguntar si me hallaba bien.

Carolina


martes, 17 de febrero de 2009

Gracias Mary y Lizzy!!!

Este mimo me lo dieron: mariyepes y Lizzy
Este mimo tiene sus normas:Escribir una lista de 8 cosas con las que sueño.Pasarlo a 8 blogs.Comentar el blog que te lo dio.Avisar a los blogs.Ahora comienzo mis deseos.
Quiero volar... (sí, ya sé, pero es un sueño)
Recorrer mi hermoso país ¡en bicicleta! (por ahora ando por mi ciudad)
Comprarme un castillo inflable para saltar por horas (lo hago en los cumpleaños de mis hijos pero me hechan porque es para niños)
Encontrar el regalo perfecto para mi mamá
Poder llegar a la edad de mis abuelos (98 y 87) estar rodeada de mis afectos y sin sufrir achaques, tal como ellos
No preocuparme tanto por el futuro
Ser más extrovertida
Tener más niños (ya tengo tres pero no hace falta que sean míos, me conformo con cuidar sobrinos)

Se lo paso a:

AGUJAS Y COLORES
DaisiLandia
La casita de Mini
Las labores de helena
Magicas Manualidades!!
MARIELA CREA
Mis momentos libres...
Tejedora Compulsiva

Bueno, este premio ya me lo había dado Mary, pero ahora Lizzy me lo volvió a entregar; así que vuelvo a postearlo.

domingo, 15 de febrero de 2009

ORACIÓN PARA APRENDER A AMAR

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;
Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

Madre Teresa de Calcuta M.C.
¡"FELÍZ DÍA DEL AMOR"!
Atrazado pero con sinceridad. ¡Que nunca les falte AMOR para dar (es lo único que crece cuánto más damos)